Etiqueta: Cuento

Crónicas del diluvio – Indro Montanelli

El 4 de noviembre de 1966 el río Arno se desbordó e inundó Florencia y otras partes de la región de Toscana. La inundación del 66 está considerada como la peor ocurrida en la ciudad desde 1557. Además de la muerte de más de un centenar de personas, el agua causó estragos en el patrimonio artístico y cultural de la ciudad. Cientos de obras de arte, así como libros y documentos antiguos tuvieron que ser rescatados del lodo para su posterior restauración.

En este texto, publicado en 1967, el periodista, narrador e historiador, Indro Montanelli narra una historia en medio de la catástrofe. Mediante el uso del humor y lo grotesco, la narración pone el acento sobre la actitud de los florentinos ante la tragedia. La familia protagonista de esta historia, en medio del caos, se ven obligados a tomar decisiones inesperadas e irreverentes que sacarán una sonrisa a los lectores.

Tiempo estimado de lectura: 12 min.

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Un hueso de muerto – Iginio Ugo Tarchetti

Ectoplasma saliendo de la nariz de un médium

Influenciados por la vida bohemia de París y por la literatura de autores como E.T.A. Hoffmann, Charles Baudelaire, Mary Shelley y Edgar Allan Poe, escritores del norte de Italia formaron un movimiento al que llamaron scapigliatura. Este movimiento fue contra de la vida burguesa y en contra de la literatura romanticista escrita durante el periodo de la unificación de la península. Los scapigliati experimentaron con tópicos fantásticos, atmósferas sombrías y el terror; temas que no habían sido bien aceptados en Italia gracias a las opiniones de la iglesia católica. Cabe destacar que varios autores de este movimiento suelen contrastar dualidades, es decir, lo inexplicable y la perspectiva racional de la ciencia, el sueño y la vigilia, lo real y lo imaginario.

Un hueso de muerto (1867) es un buen ejemplo en el que lo fantástico y el pensamiento racional se confrontan. No es fortuito que el espiritismo, la supuesta ciencia de hacer contacto con el más allá, tenga un enorme peso en la trama de la historia.

Tiempo estimado de lectura:
12 min.


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Jóvenes en Navidad – Pier Vittorio Tondelli

La guerra, la verdadera guerra, dice Klaus, es ésta: no el odio que impulsa a la gente una contra la otra, sino la distancia que separa a las personas que se aman.

En Italia, el servicio militar obligatorio (conocido popularmente como Naja) estuvo vigente en las leyes desde 1861 hasta 2004, por lo que, al llegar a la mayoría de edad, los hombres debían cumplir un año bajo instrucción militar dentro un cuartel. Pier Vittorio Tondelli cumplió su servicio en 1981, de su experiencia surgieron textos como Il diario del soldato Acci (1981) y Pao, Pao (1982). “Jóvenes en Navidad” sigue la misma temática, este cuento pertenece al libro L’abbandono. Racconti dagli anni Ottanta (1992).

Tiempo estimado de lectura: 12 min.


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El rostro de las cosas – Michele Mari

El Palazzo della civiltà italiana, mejor conocido como el coliseo cuadrado, es el mejor ejemplo de arquitectura fascista. La fotografía de su construcción está fechada en 1940.

Nuestra percepción del mundo varía de acuerdo al estado de ánimo y de las circunstancias que atravesamos en un determinado momento. En este breve relato, Michele Mari conjuga fondo y forma para mostrar un día terrible en la vida de su protagonista. Un momento en el que las cosas no fluyen como deberían y en el que todo se vuelve tedioso e insoportable.

Tiempo estimado de lectura: 3 min.


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Los zapatos rotos – Natalia Ginzburg

Esta traducción se publicó en: Revista La Peste en su edición número 39 durante el mes de agosto de 2020. Agradezco a Michelle Pérez-Lobo por la invitación a colaborar.

Sobre la obra de Natalia Ginzburg, diversos críticos han señalado que ésta encuentra sus cimientos en la poética de las pequeñas cosas. El mejor ejemplo de esa poética está, sin dudas, en Las pequeñas virtudes. Libro de textos misceláneos escritos entre 1940 y 1960. Entre sus páginas, Natalia ofrece reflexiones sobre las relaciones humanas, deja entrever sus experiencias durante la segunda guerra mundial, reflexiona sobre el entorno que la rodea, sobre los objetos y las personas entorno a ella. De este libro proviene “Los zapatos rotos”, breve texto sobre lo que es y no es necesario en determinados momentos de la vida.

Tiempo estimado de lectura: 5 min.


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Amor – Goffredo Parise

Edward Hopper – “Automat”
(1927)

Un silabario es un libro de iniciación a la lectura, una herramienta de alfabetización con la que los niños poco a poco van descubriendo palabras y significados; mediante estos libros los niños van descubriendo el mundo. Emulando estos libros educativos, Goffredo Parise escribió una serie de relatos, cada uno surgido a partir de un sentimiento o un elemento de la vida cotidiana que el autor consideró esenciales. Con gran sobriedad, y una aparente sencillez, Parise crea historias alrededor de la palabra que dá título al texto. Cada cuento es una invitación a redescubrir el mundo. En esta ocasión, y proveniente del Silabario I, aquí está el relato “Amor”.

Tiempo estimado de lectura: 7 min


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Aníbal Rama – Paolo Volponi

Computadora IBMS/360
(1964)

Un artículo de Il Corriere della Sera fechado en enero de 2017 lleva el siguiente encabezado: “Cuando Volponi creó a Steve Jobs”. El diario italiano usa este título como una brevísima introducción al relato Aníbal Rama, la comparación entre el fundador de Apple y el personaje no es exagerada, pues en este cuento, Paolo Volponi se imaginó a un hombre cuyo mayor deseo era llevar las grandes computadoras industriales al alcance de todos. Hay que destacar, sin embargo, que Volponi escribió este relato de ciencia ficción en 1967, más de diez años antes de la fundación de la empresa de la manzana (1976) y la producción de sus primeras computadoras personales.

Tiempo estimado de lectura: 12 min.


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Perro como yo – Curzio Malaparte

Curzio Malaparte y Febo
Lipari: 1934

Luego de ciertos conflictos con el partido fascista, Curzio Malaparte fue enviado a un exilio interno en la isla de Lipari. Fue ahí donde adoptó a Febo, un perro al que dedicaría no pocas páginas. “Perro como yo” es un fragmento de la novela más celebrada de Malaparte, La piel. En este breve texto, Malaparte deja constancia de la amistad única que sólo puede entablarse entre un hombre y su perro.

Tiempo estimado de lectura: 7 min.


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El juego del robo – Luigi Malerba

Un padre preocupado por la apatía de su hijo accede a regalarle una motoneta para que así, al menos, tenga alguna distracción. Luego de enterarse del uso que el adolescente da a la Lambretta, el narrador se siente, paradójicamente, más tranquilo y feliz por la mejoría que ve en la actitud del muchacho.

Tiempo estimado de lectura: 6 min.


Los quince años son una edad muy incierta y confusa, lo veo en mi hijo. Siempre agitado, y siempre distraído como si viviera en las nubes. Hay días que se pone frente a la televisión apagada y se queda ahí durante horas, qué pensará, me pregunto, qué imaginará cuando mira la pantalla negra y sin imágenes. Estoy preocupado por él y creo tener todas las razones para estarlo. No sé cómo afrontar la situación, cada vez que intento hablarle me responde con tonterías, o bien, si el asunto no le gusta, se pone nervioso y va a encerrarse en su cuarto y no lo veo sino hasta la mañana siguiente cuando sale para ir a la escuela.

Hablé con los padres de algunos de sus compañeros y me pareció que con sus hijos se encuentran más o menos en las mismas circunstancias, tienen la misma incomprensión , la misma distancia e indiferencia que existe entre mi hijo y yo. No sé qué les pasa por la cabeza a estos muchachos. Incluso intenté espiarlos cuando estaban juntos y descubrí que se dicen grandes insultos, pero un discurso coherente no llegué a escucharlo. No saben hablar ni siquiera entre ellos.

Me preocupa sobre todo el vacío en el que viven. Me preocupa que mi hijo mire la televisión apagada, me preocupa que no tenga un diálogo con alguien, su falta de intereses y de entusiasmo, sus silencios. No lee las noticias, no va al cine, no va a bailar. Yo era muy distinto, pero ya se sabe que hoy las cosas han cambiado.  Alguien me dijo intenta con las cachetadas, pero yo me rehúso, soy un padre moderno y no me quiero golpear a mi hijo sólo porque mira la televisión apagada o porque entre nosotros no existe el diálogo. Sin mencionar que, a los quince años, mide ya un metro setenta y cinco y no quisiera que le pasara por la cabeza ponerme las manos encima, nunca se sabe.

Desde hace tiempo que le digo hazte de un hobby para que te distraigas, o un juego como el tenis o el fútbol o el salto con garrocha, un deporte que además de divertirte te mantenga sano. Por mí incluso el billar es mejor que nada, pero él comenzó a reírse como si yo hubiera dicho una cosa extraña y ridícula. Si no te gusta el billar ¿por qué no intentas con los bolos, la patineta o el frisbee? Así le hice ver que estoy más actualizado de lo que pensaba y que no hay nada de qué reírse. Sé que cuando un joven se apasiona por un juego, incluso si descuida la escuela al menos tiene la cabeza en algo que no implica mayores riegos. Naturalmente pienso en las drogas. Hoy las drogas son la pesadilla de todos los padres como un tiempo lo fueron las enfermedades venéreas. Hoy se cura hasta la sífilis pero al parecer contra las drogas, esas pesadas, no hay nada qué hacer.

Hará un mes desde que mi hijo me pidió que le comprara una Lambretta. De entada me sorprendí, pero me dije mejor la Lambretta que la drogas. Con cierta cautela para no molestarlo, le hice algunas preguntas. Me acordé de una prima mía que hace unos años le compró una motocicleta a su hijo y él se fue y nunca lo volvieron a ver. De vez en cuando manda una postal desde Baden-Baden, desde Hamburgo, desde Marsella, desde Ámsterdam y todo termina ahí. Muchos besos y nada más. Hace un mes llegó una postal desde Helsinki. ¿Qué hará en Helsinki? No querría que me pasara algo similar con mi hijo, me dije, y entonces le compré una Lambretta usada, con el motor averiado pero que por fuera la habían dejado como nueva.  Con esta no puede irse lejos, pensé.

No tenía ninguna intención de escaparse de la casa. Es más, desde que le compré la Lambretta podría decirse que superó el asco de hablar conmigo, cada tanto me dirige la palabra. Hasta me explicó para qué usa la Lambretta, me contó que juega al juego del robo junto con un amigo suyo. Menos mal, me dije, si se apasiona por un juego finalmente podré estar tranquilo, quizás le pase esta mala actitud, quizás estará más tranquilo, tal vez, sólo tal vez terminará por sincerarme sus confidencias como solía ser entre padres e hijos.  

Una noche llegó a casa todo sudado y con la chamarra rota. Se sentó frente a mí y me contó que se había divertido como un loco. Así me enteré de qué trata el juego del robo. Me explicó que se juega de a dos: uno maneja la Lambretta y el otro dirige el juego. Dan vueltas por las callejuelas alrededor del Campo de las flores donde no hay nuca policías y les arrebatan la bolsa a las mujeres que pasan por ahí. Al principio, y como práctica, comenzaron robándole la bolsa a las viejitas que no pueden correr y que por eso suponen el riesgo más mínimo. Luego de un mes de prácticas se enfocaron en las turistas, de preferencias las turistas extranjeras.

Le pregunté qué hacen con las bolsas y me explicó que las devuelven por correo cuando entre los documentos encuentran alguna dirección, de lo contrario las arrojan al Tíber. Dice que enviaron una a Minneapolis en Estados Unidos y que enviaron otras a Canadá, Brasil e incluso a Australia y Japón. ¿Y al dinero qué le hacen? Ese nos lo quedamos nosotros, respondió, si no el juego pierde sentido y deja de ser divertido. Además el dinero sirve para los gastos, la gasolina para la Lambretta, las reparaciones, los envíos de las bolsas a las propietarias y demás cosas. Ten en cuenta, me dijo, que a menudo encontramos moneda extranjera y perdemos mucho en el cambio clandestino.

A menudo las mujeres asaltadas se ponen a gritar y a seguirnos, esto lo hace más emocionante, confesó mi hijo. Cuando finalmente llegamos a un lugar seguro y lejano nos carcajeamos y luego vamos a una pizzería o al cine. El dinero lo dividimos siempre a la mitad entre mi compañero y yo, también los gastos los dividimos. Nos turnamos para manejar y el que está atrás elige a la víctima y le arrebata la bolsa, ésta es la regla del juego. En verdad que se divierten mucho, qué afortunados.

Desde que juega al juego del robo mi hijo ha mejorado. Por la mañana va a la escuela, regresa después de la una y media, hace su tarea y después sale con la Lambretta. De vez en cuando su amigo viene a la casa y hacen la tarea juntos antes de salir. A veces es mi hijo el que va a casa de su amigo, especialmente cuando tienen tarea de matemáticas, el padre es ingeniero y les ayuda con las equivalencias, las ecuaciones y a resolver problemas. Yo de matemáticas no entiendo nada, pero con gusto los escucho recitar poemas que deben aprenderse de memoria, Valentino de Pascoli, “¡Oh! ¡Valentino vestido de nuevo, como los arbustos de espinas!, Pastores de Abruzzo de D’Annunzio, “Septiembre, vamos.  Es tiempo de migrar”, El infinito de Leopardi, “Siempre querida me fue esta solitaria colina”, bellísima. Siempre me han gustado los poemas y muchos de los tiempos en que fui a la escuela todavía los recuerdo, así puedo ayudarlos a repasar sin siquiera mirar el libro.

A menudo mi hijo vuelve a casa tarde por la noche, cuando ya estoy en cama, pero si vuelve temprano nos sentamos frente a la televisión y miramos juntos algún programa y al final intercambiamos opiniones. Lejos quedó la época en la que pasaba horas frente a la pantalla apagada. Si en la televisión no hay nada interesante me habla del juego del robo, siempre con mucho entusiasmo. Una noche me dijo que lograron robar cinco bolsas, su amigo y él. Cada tanto le hago alguna recomendación porque me da siempre miedo que durante las fugas entre las callejuelas llenas de tráfico puedan atropellar a alguien. Le hice prometerme que con el dinero del próximo robo se pagarán un seguro. Me dijo que lo harán, son dos buenos muchachos y, desde hace un tiempo, incluso alegres y despreocupados como deben serlo a su edad.

La otra noche llegaron a casa más alegres de lo normal y me anunciaron que se habían comprado una Kawasaki. Tuve que bajar del edificio para poder verla. Me dijeron que me quedara tranquilo, que ya habían arreglado todo lo del seguro y la licencia. Jamás me subiré a una Kawasaki, pero tengo que admitir que en verdad es un hermoso objeto.

En Dopo el pescecane, Bompiani, 1979.


Luigi Malerba (1927-2008) Seudonimo de Luigi Bonardi. Su obra se clasifica entre la neovanguardia y formó parte del Grupo 63. Escribió cuentos, novelas y guiones para cine y televisión. Sus textos se caracterizan por la irracionalidad y el uso preciso de la ironía.

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